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Historia de Los Baños de Mula

No es extraño pensar que la presencia de este pozo termal propiciase asentamientos en la zona de los Baños de Mula, especialmente en época romana, pues es bien conocida la afición que los romanos tenían a las termas. Tanto es así que a la altura de la actual localización de Los Baños de Mula pero en la margen opuesta, se encuentra el yacimiento tardorromano de la Almagra, la antigua ciudad de Mula.

Este núcleo urbano protagonista, aglutinador de la época tardorromana en la zona, parece ser el lugar donde se situaría la antigua ciudad de Mula que se cita en el Tratado de Teodomiro en el 713 d.C. Éste es un tratado de paz mediante el cual siete ciudades, incluida Mula, se entregan a los invasores musulmanes a cambio de mantener sus bienes, costumbres y religión.

El emplazamiento de este asentamiento tardorromano no es otro que el “Cerro de la Almagra”, junto a los Baños de Mula, que nacería entorno al pozo termal, que hasta el siglo XVII estuvo en la margen del río opuesta a la actual y que modificó su emplazamiento tras un terremoto.

La ocupación del cerro de la Almagra se prolongó en época tardorromana y visigoda, como atestiguan los materiales hallados en la investigación arqueológica.

Tras la conquista musulmana el cerro fue paulatinamente abandonado. El centro de población desarrollado en la actual Mula fue adquiriendo importancia y las gentes se trasladaron a este, en detrimento de la ciudad fortificada del cerro. Dentro de un traslado en el que tuvo mucho que ver el atractivo que ejercía la fértil huerta muleña y las necesidades defensivas de la nueva situación política.

En el último tercio del siglo XVII, como se ha citado anteriormente, un corrimiento de tierra provocó que el afloramiento de agua que daba origen a Los Baños termales cambiara su ubicación a la margen derecha del río. Debido a esta circunstancia la población acabó naciendo en esta margen.

Pero la primera noticia fiable que se tiene de los actuales Baños de Mula es de 1389. El 7 de noviembre de 1389, el Adelantado del Reino de Murcia, Don Alonso Yánez Fajardo, antepasado de los Marqueses de los Vélez, adquiere al Concejo de Mula las tierras que hay bajo la fortaleza de Alcalá, a un kilómetro y medio del balneario. En total eran 794 tahúllas de riego y 451 fanegas de secano, dentro de las que se encontraba el pozo de aguas termales. Hasta el siglo XVIII, no parece que las aguas del manantial sirviesen para mucho más que para regar (Referencia: González Castaño, J./ González Fernández, R. Págs. 34/35).

En 1708, el Marques de los Vélez designó como alcalde mayor de Mula al licenciado en Derecho Don Ginés Martínez Salazar, quien advirtiendo las tremendas posibilidades industriales de la zona de Los Baños adquirió la propiedad de los mismos. Sobre 1720 cuando aún no eran conocidas las virtudes salutíferas de la fuente de los Baños, ni se hacía caso alguno de sus aguas, Salazar compró el manantial y terrenos que lo circundaban a los dos lados del río. Edificó un molino harinero y un batán a su izquierda. Además, ordenó la excavación de las acequias precisas para poner en regadío las tierras que había adquirido como secanos y estaban bajo el nivel de la fuente, pero Don Ginés Martínez Salazar también adquirió los terrenos con vistas a explotar las cualidades salutíferas de Los Baños.

Tras la muerte de Don Ginés Martínez su viuda amplió las instalaciones y fundó un mayorazgo al que vinculó el molino, el batán y la finca mencionada.

Como nos cuentan González Castaño, J. y González Fernández, R., la propiedad de estas tierras pasó a manos del hijo de Don Martínez Salazar y Dña. Juana de Párraga y Neyra, Don Ginés Martínez-Salazar y Párraga, que por ser religioso y no dejar descendencia, dejó en herencia a su prima Doña Inés Párraga y Soler, casada con Don Pablo Guevara y Diez de la Fuente, cuyos descendientes han sido hasta hace pocos años los propietarios de la mayor parte de las aguas y terrenos (familia Ladrón de Guevara).

La primera referencia escrita sobre los baños termales, se ha encontrado en la “Descripción Chorographica” de Fray Pablo Manuel Ortega, sobre el año 1750:

Después que este agua sale del pozo y antes de entrar en dicha acequia, hay una mansión en el mismo peñasco cubierta como alcobita, en donde se han acomodado para poderse bañar ocho a un tiempo o más personas, y habrá allí cosa de tres palmos de agua. Regularmente se bañan allí las señoras mujeres, …., y a distintas horas los hombres, que no se determinan a entrar en el pozo, aunque dicen no ser grande el peligro; …

Según los mismos autores, el sacerdote muleño Don Francisco González Dato, muerto en 1813, que fue en algunas ocasiones mayordomo del Hospital de la Purísima Concepción de su villa natal, adquirió parte de la finca que fue de Don Ginés Martínez Salazar, y edificó allí una hospedería y una capilla, para que los pobres y enfermos del Hospital, que no tenían medios para gozar de las salutíferas aguas, poseyeran un lugar donde guarecerse en sus visitas a Los Baños. (Referencia: González Castaño, J. y González Fernández, R Pág. 41)

Otra fuente – Pascual Madoz, en su diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España – nos habla del primer establecimiento termal hostelero del año 1826; un parador que contaba con 19 habitaciones “cómodas en su interior y vistas al exterior muy deliciosas. El agua mineral fluía a las balsas que había en su interior.” Según el mismo autor, este parador, llamado del Indentende, el 9 de octubre de 1834, fue arrancado y transportado por las aguas del río Mula hasta chocar con una gran roca, donde se rompió, pereciendo todos los bañistas.

Posteriormente, según relata también Madoz, se construyó el parador “llamado de Molina” y las dos grandes piscinas que actuaban como baños generales una para hombres y otra para mujeres. Los paradores son amplios edificios, dotados de un gran patio central en torno al cual se sitúan varios niveles de habitaciones con baño, que se alquilan a familias.

El diccionario de Pascual Madoz describe que a mediados del siglo XIX había “una balsa pequeña, después de la cual hay dos medianas, cubiertas las tres, en donde se bañan los pobres sin pagar estipendio alguno”. Entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, se levantó el resto de las casas de los baños, pese a que las aguas no eran consideradas medicinales. Se precisa además en la descripción de Madoz que el calor era de 31 a 34º del termómetro de Reaumur, estando en el pozo y primeras balsas más caliente que después y considerándose que en estos baños no había necesidad de observar cuarentena rigurosa como en los de Archena, ni privarse de ningún alimento; no estando contraindicadas ni frutas, ni viandas, ni nada que no fuese nocivo en sí. Requiriéndose para su uso solamente un método racional para que se produjesen resultados infalibles, pudiéndose utilizar incluso en invierno si el caso era de extrema necesidad. Termina añadiendo que estas agua eran muy diferentes en sus efectos y propiedades a las de Archena, pues más que como remedio radical se tomaban por placer, aunque hubiesen contribuido a extirpar dolencias a infinitas personas (Lillo Carpio, Pág. 213).

Según González Castaño, J. y González Fernández, R, existe un informe en un archivo particular de Mula que comenta que “desde, cómo mínimo, el año 1848, los propietarios de las diversas casas de baños llevaron una particular lucha para impedir que las aguas fuesen declaradas medicinales y se necesitara por tanto, en el balneario un director médico, que encarecería su administración, oponiéndose, así, a lo dispuesto por diversas instancias administrativas. Sin embargo, está incluido en la “Monografía de las aguas minerales y termales de España”, publicada por el Ministerio de Fomento en 1892, donde se recogen las aguas declaradas minero-medicinales y de utilidad pública. (González Castaño, J. y González Fernández, R. Pág. 43)

Resulta de mayor interés la descripción realizada por el doctor en Medicina D. Emilio Sánchez García en el año 1902, en la que se puede observar como a pesar del tiempo transcurrido desde la descripción de Madoz, apenas se habían visto aumentadas las instalaciones funcionales de los baños respecto a la primera mitad del Siglo XIX.

[…] El balneario, tan concurrido que bastaría en otras condiciones para procurar una inmensa fortuna a sus propietarios, está situado en el mismo nacimiento y formado por tres establecimientos denominados Paradores y otras casas aisladas, divididas en habitaciones, capaces muchas de ellas para albergar una familia, en cuyo interior suelen tener una balsa o una piscina a disposición del bañista y cuya capacidad en general oscila entre dos y cuatro metros cúbicos, excepción hecha de las destinadas a baños generales que son de mayor capacidad. No existe, pues, una verdadera para hacer efectivo el aprovechamiento de esta agua según los principios que modernamente informan esta clase de establecimientos: solo en el Parador denominado del Intendente… se han construido unas balsas con una pequeña galería que les da acceso y un servicio de duchas…… Mentira parece que tratándose de aguas cuya utilidad demuestra y pregona es inmensa concurrencia que a usarlas viene de tan distintos parajes, no se encuentre ni en los archivos de Mula, ni aquí entre ninguno de los compañeros, un análisis completo de tan rico venero” (Sánchez García. E, 1902)

Según Caravaca Pérez, es por los años veinte del Siglo XX, cuando Los Baños de Mula consiguieron su mayor esplendor, acudiendo allí a pasar largas temporadas las más ilustres familias de la provincia de Murcia y hasta Cartagena, en época estival, y relevantes hijos de todo el reino que llegaban en cualquier tiempo a darles el primer baño a cándidas o atrevidas mozas. Los más viejos del lugar citan como visitantes a altas personalidades de la política y las artes, quienes en múltiples ocasiones compartían baño con diferentes doncellas de todas las sociedades que, como ya entonces se sabía, eran siempre dos: la de los pobres y la de los ricos. También llegaban, cuando las ausencias de sus maridos se lo permitían, damas de alto copete a disfrutar de las delicias y propiedades de tan curativas aguas. Hasta la inauguración de la línea de ferrocarril Murcia – Caravaca, el día 29 de Mayo de 1933, los viajeros de las proximidades de Los Baños de Mula, que eran los más numerosos, accedían a los baños sobre todo por carretera, mientras que los de lugares más alejados, como Cartagena, u otras provincias, solían llegar a la ciudad de Murcia por ferrocarril y desde allí a Mula por carretera (Lillo Carpio, Pág. 227)

Es en la Guerra Civil, cuando empieza el declive de Los Baños de Mula, que no llegaron a alcanzar la competitividad de los otros dos balnearios. Sin embargo, seguían utilizándose las instalaciones por mucha gente de la región, que venían a pie, en carro y cada vez más en coche. Según comentan los habitantes de la aldea, hasta los años 70 del siglo XX, existía en los Baños, además de los paradores y baños, un casino, una feria y puestos de venta que se ponían en la calle principal, habiendo un ambiente muy agradable. De todas formas, según González Castaño, nunca hubo más de unos cien habitantes en esta pedanía. Sólo cuando venían los bañistas, aumentaba la gente. Comenta que “siempre ha sido una zona para bañistas, sin comercios y grandes servicios. Se podían comprar alimentos básicos como pan y patatas, pero para comprar productos de cierto lujo había que ir a Mula.” Tampoco hubo nunca servicios medicinales como masajes u otros tratamientos. Sólo una vez hubo un médico, pero mediante un pleito los propietarios de los baños se lo quitaron pronto, porque preferían tener los beneficios enteros para ellos. Analizando la historia de Los Baños de Mula, se puede concluir que los factores que han impedido el desarrollo de un establecimiento balneario de importancia son múltiples, pero que uno de los principales ha sido y sigue siendo la división de la propiedad de las aguas. Esta división extrema de la propiedad de las aguas y el incesante arrendamiento de estas participaciones de agua a terceros, impidió un despertar de la industria termal en los Baños de Mula. Han sobrevivido algunos establecimientos, pero las características anteriormente citadas sumadas a la débil promoción y la pérdida de los niveles de calidad de algunos de los paradores, han impedido un desarrollo turístico competente de la zona a día de hoy. A pesar de esto los Baños de Mula son uno de los recursos termales con más potencial de la Región de Murcia.